Hay eventos en el universo que todavía nos sorprenden como si fuéramos unos niños descubriendo cosas nuevas en nuestro entorno, seguimos maravillándonos con cada suceso que los científicos descubren sobre alguna nebulosa, alguna supernova y, recientemente, el eclipse total solar en Norteamérica. Sin embargo, otro de esos eventos impresionantes tuvo lugar el 27 de mayo de 2021, cuando se detectó la presencia de un rayo cósmico extremadamente potente que impactó en la Tierra. Este fenómeno, ahora conocido como AMATERASU, es el segundo rayo cósmico más potente registrado en la historia, siendo superado únicamente por el rayo denominado «OH MY GOD», detectado en 1991.
Pero ¿qué son los rayos cósmicos?
Los rayos cósmicos son partículas subatómicas de alta energía que se desplazan a velocidades cercanas a la de la luz. Proceden del espacio exterior, y su origen sigue siendo objeto de investigación y debate entre los astrónomos y físicos de partículas. A pesar de que se conocen desde hace más de un siglo, todavía hay muchas interrogantes sobre su naturaleza, origen y efectos en nuestro planeta.
El experimento Fly´s eye, realizado en la Universidad de Utah en 1991, fue el primero en detectar un rayo cósmico de ultra alta energía. Este rayo, bautizado como «OH MY GOD», generó una gran conmoción en la comunidad científica debido a su increíble potencia. A pesar de que han pasado más de tres décadas desde su detección, sigue siendo el rayo cósmico más potente registrado hasta la fecha.
El reciente descubrimiento de AMATERASU ha vuelto a poner las cartas sobre la mesa. Con una energía comparable a la de «OH MY GOD«, pero no menor a este, el rayo cósmico ha despertado un gran interés entre los científicos, quienes se encuentran trabajando arduamente para comprender mejor sus características y origen.
Una de las principales dificultades para estudiar los rayos cósmicos de ultra alta energía es su rareza. Estas partículas son extremadamente escasas, lo que dificulta su detección y estudio. Además, su energía es tal que se mide en electronvoltios (Eev). Por ejemplo, el rayo de 1991 tuvo una energía de aproximadamente 320 Eev, en cambio, AMATERASU presentó solo 244 Eev. su interacción con la atmósfera terrestre produce una cascada de partículas secundarias, lo que complica aún más su análisis.
La hipótesis
Los resultados de las investigaciones sugieren que podría haber una desviación magnética mucho mayor de la que se predice mediante los modelos actuales del campo magnético galáctico. Esta discrepancia plantea preguntas fundamentales sobre la naturaleza y el comportamiento de las partículas de alta energía en el espacio y podría requerir una revisión de nuestras teorías actuales.
Además, la detección de AMATERASU podría indicar que la partícula proviene de una fuente aún no identificada en el vecindario extragaláctico local. Este descubrimiento podría replantear justamente el origen de estos tipos de rayos.
A pesar de los avances tecnológicos y científicos, todavía nos encontramos en las primeras etapas de comprensión de los rayos cósmicos. Las investigaciones en este campo son fundamentales para resolver todo aquello que a la ciencia le ha costado siglos poner en orden mediante estandarizaciones y descubrimientos que no conocíamos en su momento.
Con información de Enséñame de Ciencia.