La Estación Espacial Internacional es el mayor proyecto científico llevado a cabo por la humanidad hasta la fecha y uno de los mejores ejemplos de cómo la ciencia puede promover la cooperación internacional. La estación debe funcionar como un mundo en sí misma, siendo capaz de mantener con vida (y en condiciones agradables) a tripulaciones de varios astronautas durante varios meses. Aunque recibe suministros regularmente, no existe la improvisación: todo está cuidadosamente planificado. La Estación es energéticamente autosuficiente y debe ser capaz de garantizar cosas tan básicas como aire limpia y agua potable para sus tripulantes, pues reponerlos constantemente resultaría prohibitivamente caro.
A pesar de que miles de ingenieros y científicos trabajen en hacer posible esta maravilla tecnológica, no todo sale a la perfección y siempre hay margen de mejora. Recientemente se ha detectado que las concentraciones de compuestos químicos potencialmente dañinos presentes en el polvo recolectado de los sistemas de filtrado del aire a bordo de la Estación Espacial Internacional excedían aquellos encontrados en los hogares estadounidenses y europeos (pues es con estos con los que se ha comparado la muestra en el estudio).
En este estudio, el primero de este tipo, el equipo de investigación analizó muestras de polvo de los filtros de aire utilizados en la EEI y encontraron niveles de contaminación orgánica mayores que la mediana registrada en hogares de Estados Unidos y Europa occidental. El estudio fue publicado en agosto en la revista Environmental Science and Technology Letters por un grupo de la Universidad de Birmingham en Reino Unido en colaboración con el Centro de Investigación Glenn de la NASA. Sus hallazgos podría guiar el diseño y construcción de las estaciones espaciales del futuro.
Se han encontrado multitud de compuestos contaminantes diferentes. Los más preocupantes incluían éter difenílico polibromado (PBDE por sus siglas en inglés), hexabromociclododecano (HCBDD), materiales ignífugos bromados (BFR), ésteres de organofosfatos (OPE), hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH), sustancias de perfluoroalquilos (PFAS) y bifenilos policlorados (PCB). Todos estos compuestos son materiales muy útiles en situaciones concretas y por tanto beneficiosos para el desarrollo tecnológico del ser humano, pero pueden resultar dañinos cuando entran en contacto con nuestro cuerpo en las proporciones adecuadas.
Por ejemplo, los compuestos BFR y OPE se utilizan en muchos países para cumplir con las normas de seguridad contra incendios en equipamiento eléctrico y electrónico o también en aislamiento de edificios o para recubrir mobiliario, tejidos o espumas. Los compuestos PAH se encuentran en los combustibles a base de hidrocarburos y se emiten durante la combustión. Los PCB se utilizaban para aislar edificios o ventanas además de en equipamiento eléctrico, mientras que los compuestos PFAS se han utilizado con tejidos antimanchas. Sin embargo por sus potenciales efectos sobre la salud humana algunos de ellos se han prohibido o como mínimo se ha limitado su uso.
Los PCB, PFAS, HBCD o los PDBE están clasificados por la Convención de Estocolmo como contaminantes orgánicos persistentes. También algunos PAH están clasificados como cancerígenos en los seres humanos. Algunos OPE podría ser restringidos en el futuro por la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA)
Estudios como este sirven para poner de manifiesto el cuidado extra necesario durante la construcción de sistemas en una estación espacial que será utilizada por cientos de personas a lo largo de varias décadas. Los investigadores implicados creen que muchos de estos compuestos contaminantes podrían reducirse eligiendo cuidadosamente los materiales utilizados durante la construcción de estos sistemas. Si bien lo que han obtenido es que las concentraciones de estos compuestos contaminantes orgánicos encontrados en la Estación Espacial Internacional superan los niveles de los hogares en tierra firme, los niveles detectados siguen estando dentro del rango observado aquí abajo y ninguno presenta niveles alarmantes.
De hecho, se cree que el hecho de que las concentraciones de los PBDE estén dentro del rango observado en los hogares estadounidenses puede deberse al uso de materiales ignífugos inorgánicos como fosfato dihidrógeno de amonio. Creen que el uso de objetos de uso común llevados a la Estación Espacial Internacional para el uso de los astronautas, como cámaras, reproductores de música, tablets o ropa podría ser una de las fuentes de alguno de los compuestos detectados. El aire de la Estación está en constante filtrado y recirculación. Mientras los sistemas de filtrado son muy efectivos eliminando dióxido de carbono, no lo es tanto eliminando compuestos más grandes. Además, las condiciones del espacio, como la radiación persistente, pueden acelerar el envejecimiento de los materiales, emitiendo partículas y compuestos que pueden resultar nocivos.
Además, el ambiente de microgravedad hace que el polvo y los diferentes compuestos no se depositen en el suelo, sino que floten y sigan las corrientes formadas por los sistemas de ventilación y filtrado de la Estación. Estos sistemas requieren una limpieza constante, casi semanal, para mantener un filtrado eficiente. Los restos de esta limpieza a veces son traídos de vuelta a la Tierra para su análisis, como en este caso.
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