Esto pensaba el periodista Richard Harding Davis a comienzos de 1892 como parte de un artículo que se publicó el 26 de marzo de ese año en la revista Harper’s Weekly dando cuenta de lo que desde hacía algunos meses preocupaba a las autoridades de Estados Unidos y México.
En el sur de Texas, un forajido, un bandido mexicano, como lo llamaban por entonces, había convencido a miles que debían tomar las armas contra el régimen de facto de Porfirio Díaz, un militar que gobernaba el país desde 1876.
Catarino Erasmo Garza había nacido en la ciudad de Matamoros, en la frontera con Texas, en 1859, pocos años después de que EE.UU. arrebatara ese territorio a México.
En su adolescencia trabajó como vendedor de máquinas de coser Singer y en 1877 se mudó al otro lado del río Bravo -era una frontera de tránsito libre, no como ahora-.
Desde allí comenzó una carrera como periodista en varios diarios locales en los que escribía en contra de Díaz y su régimen.
Con el paso de los años, cambió las palabras por la acción.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, publicó en 2016 un libro sobre él y ahora envió 80 militares a Panamá para buscar sus restos y repatriarlos.
Un liberal contra el porfiriato
Porfirio Díaz venció al ejército de Napoleón III, sobrino de Napoleón Bonaparte, casi seis años después de la invasión francesa en 1861.
Eso lo dejó muy bien posicionado para sus intereses políticos y, en 1876, dio un golpe de Estado y asumió de facto la titularidad del Poder Ejecutivo.
El porfiriato -término acuñado décadas más tarde para designar su régimen- se caracterizó por concretar grandes proyectos para el desarrollo del país como la enorme expansión del ferrocarril y la construcción de carreteras y puertos.
Promovió, a su vez, el ingreso de capitales extranjeros para invertir en el país, lo que benefició a EE.UU.
México tuvo un gran crecimiento económico durante los gobiernos de Porfirio Díaz, que favorecieron al estrato más alto de la sociedad y precarizaron a los trabajadores.
«Porfirio Díaz abrió el país a la inversión extranjera y los capitalistas estadounidenses entraron, compraron enormes extensiones de tierra y, como resultado, los indígenas o simplemente los pobres que habían vivido en esas tierras sin título oficial fueron desposeídos«, explicó a BBC Mundo el historiador Elliot Young, autor de «La revolución de Catarino Garza en la frontera Texas-México».
Catarino Garza era un liberal en su definición del siglo XIX, y como tal estaba en contra de las políticas conservadoras de Porfirio Díaz.
Pregonaba las ideas de no reelección presidencial, libre comercio, soberanía estatal y nacional y libertades políticas y civiles, así como la distribución de tierras.
Una descripción física fue publicada en Harper’s Weekly en enero de 1892, cuando se anunciaba una abultada recompensa por quien lo capturara, junto a una ilustración de su rostro.
«Solemos pensar que todos los mexicanos son pequeños y morenos, pero este en particular es claro y mide más de seis pies de altura (más de 1,83 m)», decía el texto.
«Garza tiene unos 40 años, es alto, robusto y de tez clara. Tiene cabello castaño claro y lleva un bigote espeso. Sus ojos son marrones y sobre su ojo derecho tiene una cicatriz en la frente. Habla inglés y tiene marcas de pústulas en el rostro», agregaba.
Su denominado «Plan Revolucionario» tenía como meta derrocar a Díaz y volver a los principios de la Constitución, que en 1857 había establecido la separación de poderes, las garantías individuales, el federalismo, la soberanía nacional y derechos de los trabajadores.
El «Plan Revolucionario» no abordaba, sin embargo, la igualdad económica y social, señala el historiador Young.
Para Garza, Díaz era un traidor por haberle quitado al pueblo «el derecho a la seguridad personal, la libertad individual y el derecho a la propiedad».
Sus ideas entusiasmaron a miles en el sur de Texas, que era una zona estadounidense solo en los papeles.
En este territorio «no vive ningún hombre blanco, o tan pocos que no son tan comunes como las plantas centenarias. Es mexicano en su gente, su idioma y su modo de vida», escribió Davis en su crónica para Harper’s Weekly.
Levantamiento en armas
Garza encontró apoyo en un antiguo aliado de Díaz.
El general Ignacio Martínez había sido una pieza militar clave en la llegada al poder de Porfirio Díaz en 1876, pero el cambio del presidente de ideas liberales a conservadoras hizo que Martínez pronto se retirara del ejército.
Se exilió en Laredo, ciudad fronteriza en Texas, y desde allí ejerció una fuerte oposición al porfiriato que lo unió a Garza.
Martínez fue parte de incursiones armadas en México en 1890. En consecuencia, al año siguiente las autoridades mexicanas lo mandaron matar.
El asesinato de Martínez fue el detonante que llevó a Garza, quien poco antes también había sufrido intentos de asesinato, a levantarse en armas.
Para entonces, Garza ya era muy popular en el sur de Texas.
«Conciudadanos, levantémonos en masa para derrocar en unos cuantos días a los tiranos que con el nombre de gobierno federal nos oprimen, y salvemos a nuestra querida patria que está próxima a desaparecer, víctima de la esclavitud, del robo y la miseria«, escribió Garza.
«El último de los periodistas independientes, el más humilde de todos, abandona hoy su pluma para empuñar la espada en defensa de los derechos del pueblo mexicano. Abajo los tiranos. Viva el pueblo mexicano», agregó.
Su base de operaciones estaba en el rancho de su suegro ubicado en Palito Blanco, Texas, a unos 130 kilómetros de la frontera. Desde ahí controlaba un territorio de 130.000 hectáreas.
Le donaron caballos, pistolas, dinero en efectivo y alimentos, y 1.000 «garcistas» armados se sumaron a su campaña.
El 15 de septiembre de 1891, acompañado por unos 40 hombres, Garza cruzó el río Bravo y enfrentó al ejército de Porfirio Díaz. Fue la primera de tres incursiones.
Mientras Garza y sus hombres intentaban no ser lastimados o detenidos por las fuerzas mexicanas, también debían escabullirse en territorio estadounidense.
Washington apoyaba a Díaz y el ejército estadounidense buscaba a la guerrilla de Garza bajo el argumento de que, de acuerdo a la normativa local, organizar una rebelión armada en su territorio constituía una violación a la ley de neutralidad.
Aunque, según Young, en realidad esto era parte de un proyecto más amplio de EE.UU. de que en Texas predominara la cultura angloparlante y «suprimiera lo mexicano y texano-mexicano».
Capturar a Garza no era sencillo.
«Sería tan fácil atrapar a Jack el Destripador con una procesión de Lord Mayor como a Garza con un destacamento de caballería», decía el periodista de Harper’s Weekly.
«Tenía muchísimos simpatizantes, especialmente en el sur de Texas, pero también en el norte de México, quienes lo ayudaban a esconderse de los Rangers de Texas, del ejército estadounidense o de los militares mexicanos», afirma Young.
Exilio y muerte
Sus incursiones en suelo mexicano fracasaron y cada vez se veía más asediado en Texas.
Fue por ello que en 1892 Catarino Garza decidió huir.
Viajó por tierra desde Texas a Nueva Orleans, tomó un barco que lo llevó a Cayo Hueso (Florida) y allí se reunió con José Martí, el político cubano que luchaba por la independencia de la isla de la corona española.
A partir de allí se fue moviendo por el Caribe, con breves estancias en Bahamas, Cuba y Jamaica, hasta que en 1893 llegó a un pequeño pueblo en Costa Rica llamado Matina, donde se exilió con el apoyo del gobierno local.
Con la idea permanente de volver a México para derrocar a Porfirio Díaz del poder, Garza siguió buscando aliados.
Habló con los independentistas cubanos para sumarse a su lucha, pero finalmente optó por unirse a los liberales colombianos exiliados en Costa Rica para combatir a los conservadores que estaban en el gobierno.
Pidió, a cambio, que lo ayudaran luego con hombres colombianos para su soñada revolución en México.
En marzo de 1895, con 35 años de edad, Garza encabezó un ataque a los cuarteles militares de Bocas del Toro, una localidad en una isla caribeña en la frontera norte de Colombia, en lo que era el departamento de Panamá antes de que se dividieran en dos países en 1903.
Bajo la atenta custodia de la marina estadounidense desde el puerto, y tras varios días de batalla, un teniente colombiano lo mató.
«En aquella época en México, cualquiera que se opusiera a Díaz era considerado un proscrito y un bandido. Pero él fue claramente un revolucionario», dice Young.
El revolucionario fracasó, pero su insurgencia sentó las bases para la Revolución Mexicana de Pancho Villa en 1910.
Con información de BBC.